Túnel del tiempo: destino Monterosso Al Mare

Hemos llegado.

No es que me sienta como Amundsen o el capitán Scott en la Antártida pero escribir estas letras ha costado sangre, sudor y bytes. Hemos llegado y se ha parado el tiempo. Apenas hay Internet, ¡qué majos! Quizá si me pongo aquí… nada, no hay cobertura… a ver aquí… tampoco, el guiri ha tomado demasiado el sol y el exceso térmico bloquea la conexión. Aquí… que no hay, leñe.

Pues eso: A un lado, Monterosso. Al otro, el mundo.

Los quince kilómetros que recorren la costa por una arteria interior te introducen en Monterosso Al Mare, una bellísima ciudad sin coches, dividida por un nuevo túnel en otros dos Monterossos, el nuevo y el viejo. O el vecchio.

Tengo dos maletas y ganas de mambo:

“Escussi, l’hotel degli Amici?” Mi italiano es de bueno como el inglés de Aznar o ZP pero a la gente le divierte. “La via Burranco?”

Da igual que la primera señora sea sorda, porque la segunda, la que regaba los geranios en la tienda de al lado, sí te oye, y te manda para arriba, por la vía Roma y a la destra. Y cuando llegas a la esquina, un italiano con bigote te dirige con el pulgar hacia el hotel. Y allí, en las escaleritas del hotel Amici, en plena vía Burranco, un grupo de guiris te hacen señales: has llegado a destino. Así que cualquiera diría que estás en un musical de la Metro, todo alegría, colores y diseño de producción de Salvador Dalí. Creo que en mi cabeza empieza a sonar La vie en rose, es que Francia está cerquita…

Y aún así, un viento fresco y ligero se levanta. Las olas del mar empiezan a romper con más fuerza. Hay un violín casi desafinado que suena preciso y siniestro. El azul es enorme pero casi negro. Podría haber pasado aquí cualquier suceso de los relatados por Patricia Highsmith en sus novelas. ¿Y si cerca está Tom Ripley? Monterosso, de momento, es varias películas. Quizá una comedia neorrealista, quizá un thriller negro negrísimo.

O rojo rojísimo.

¿En qué película habré caído yo…?